viernes, septiembre 15, 2006

El primer día de cole

No sé ni porque escribo esta entrada aquí, pero quizá es que ahora ni me siento pediatra, ni humanista, ni "na".
Siempre me han llamado la atención esas madres que en los días de colegio se las ve aceleradas, arrastrando al hijo al cole, con paso más que ligero, mientras que en una mano llevan la mochila, en otra el abrigo y con los dientes agarran el "bocata" del peque. Por no hablar de cuando llueve, que ya no les queda sitio para el paraguas, chubasquero... Yo las miraba y pensaba: "pobres, qué estrés, ¿por qué no saldrán unos minutitos antes?"
Pues bien, este año mi hija ha empezado el cole. Hoy ha tenido a bien despertarse a las 6:50 (una hora y diez minutos antes de lo previsto), todo aquél que tenga turno de tarde sabrá que nosotros no estamos hechos para los madrugones, o al menos nos falta experiencia. Sus primeras palabras, lejos de ser una oda a la belleza de un nuevo día se resumían en: "no quiero ir al cole". Así varias veces, y llorando. En esa situación no hay explicación que valga. Hay que asumirlo: no quiere ir al cole, tiene que ir al cole, a ver qué se nos ocurre para hacérselo más llevadero.
Pues nada, a mí se me ha ocurrido la feliz idea de ir en metro. Entonces, aunque íbamos al cole, lo primero es que íbamos al metro, y la idea le ha gustado. He salido con tiempo, así que todo bien.
Nada más bajar: "papá me hago caca". Pero si hiciste ayer por la tarde... No me lo creía mucho, pero ¿y si era verdad? Yo recordaba los tres momentos clave en los que los niños suelen estreñirse: al introducir alimentos sólidos, al quitar el pañal, y al iniciar el colegio. ¿Acaso induciré con mi negligencia un estreñimiento en mi hija? Pero ahora que iba tan bien de tiempo ¿lo iba a echar todo a perder por una posible llamada de atención? Así que decido seguir.
Bajamos al metro. Llega el primer tren: abarrotado. "Mira hija, qué bonito, un trenecito, con sus vagones, su gente..." No cabemos. Espero al siguiente. Miro el reloj: todavía no vamos mal. Pasa el tiempo. Llega el siguiente tren: a pesar de haberme colocado estratégicamente donde caía la puerta era materialmente imposible entrar. Oh, cielos, se me está torciendo la mañanita.
Así que nada, ni corto ni perezoso cojo la mochila en una mano, a ella la llevo en volandas con la otra, y empiezo a subir escaleras mecánicas de regreso al coche.
En ese momento cualquiera que me haya visto por la calle habrá pensado: "no le dará vergüenza, llevar así a su hija, ya podría haber salido con un poco más de tiempo..."
El resto os lo podéis imaginar, una especie de contrarreloj, híbrido entre Fernando Alonso e Indiana Jones. Ya en el colegio me encuentro un antiguo compañero: Hombre, ¿qué tal por aquí? Entonces le hago la feliz pregunta ¿qué era lo tuyo: una niña o un niño? Se me queda mirando, me sonrojo un poco, caigo en la cuenta de que el colegio es sólo de niñas...
Dejo a mi hija, me despido y doy media vuelta: "Mierda, se me olvidó revisar si llevaba braguitas de recambio..."

1 comentario:

JULIET dijo...

Jajajajaja!
Llevo toda la tarde buceando un poquillo por los blogs y me hace gracia que todos los papis hoy posteeis de lo mismo! Q estrés el primer día!!!

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