miércoles, octubre 28, 2009

Hablar con los hijos

Pocas cosas aprende uno en la vida, porque parece que no hay tiempo para aprenderlas. Y andamos siempre de aquí para allá, corriendo hacia ningún lugar.
Y en un afán de ser buenos padres (porque todos tenemos ese deseo, lo hagamos luego bien o mal) nos gusta hablar con nuestros hijos, y nos gusta preguntarles qué tal les ha ido el cole, si se lo han comido todo (yo esta pregunta me la ahorro, ya que algún día hablaré del niño que "no come"), si han jugado con tal amigo... Y a veces les avasallamos con preguntas. Pero hace un tiempo me he dado cuenta de que los hijos no son tan felices contándonos sus aventuras como escuchando las nuestras. Y a raíz de contar cosas de mi trabajo no es raro que sea yo el avasallado por mis hijos:
- ¿Qué has hecho hoy en el trabajo, papi?
- Pues hoy vino una niña pequeña, muy enferma, que no dejaba de convulsionar.
- ¿Y qué es convulsionar?
- Pues que todo el rato hacía movimientos de los pies y los brazos, así...
- ¿Y qué habéis hecho, papi?
- Pues le hemos dado medicinas, pero no había forma de que se le quitara.
- Pues entonces teníais que darle trescientos jarabes...
Y sin más hemos seguido hablando de otras cosas.

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