martes, enero 26, 2010

Consentimiento informado

El otro día nos hicieron una auditoría. Yo siempre he estado más bien al pie del cañón en esto de la pediatría. He pisado pocos despachos importantes y reconozco que me intereso poco por las cosas que preocupan mucho a los sindicatos.
Y ni siquiera sé muy bien qué es una auditoría. Y ni siquiera me detuve mucho a ver qué se hacía, pero de lo que vi de refilón os puedo contar mi percepción tal y como la vería un niño de cinco años:
Una auditoría es cuando viene una señora de unos cincuenta años a fisgar por todo lo que tienes con la intención de buscar todas las faltas posibles. Es un día en el que el supervisor resopla a cada rato porque al parecer las cosas no se encuentran como debían. La señora lleva una libreta muy grande donde no para de apuntar con aire de autosuficiencia muchas cosas, y pone muchos peros. Y aunque estaba encantada poniendo sobre la pared a la enfermera me acerqué y le dije: lo siento, la enfermera tiene que venir conmigo a ayudarme a hacer una punción lumbar.
Pero claro, no le sentó bien. Y después de hacer la punción lumbar (a la segunda, que últimamento no atino bien) la auditora, o como se llame, se quedó escandalizada de que la hubiera hecho sin un consentimiento informado.
Y probablemente no le falte razón, y le sobren todas las que yo le pueda dar. Pero lo que no sabe esa auditora (sé que estáis notando que me muerdo la lengua para no usar otros calificativos) es el tiempo que dediqué a los padres explicándole los motivos y las razones por las que había que hacer la punción. Ni el tiempo que pasé al lado de los padres intentándoles consolar ante lo que para ellos es un mundo: la necesidad de ingresar a su hijo recién nacido.
Tal vez haya que pedir consentimiento informado para cada alimento que hay que introducir en la dieta del niño (no olvidemos que algunos de ellos provocan reacciones alérgicas graves), o antes de extraer un análisis de sangre, o antes de la administración de cualquier fármaco.
Pero en el mundo en que vivimos, lleno te tecnología, las historias clínicas rebosan consentimientos informados que nos libren a los médicos de acabar en el "talego".
Tal vez sea hora de que empiece a cambiar mi manera de pensar, no vaya a terminar yo también encarcelado, pero dejadme que aún crea -como creía Marañón- que los problemas de denuncias son problemas de relación médico-paciente, aunque sé que cada vez tengo más motivos para no creer estas palabras, porque algunos andan muy necesitados de dinero, supongo.

1 comentario:

Elisa A.R. dijo...

Es desesperante. Recuerdo cuando hacia consulta de Primaria y uno de los objetivos de la gerencia era que las historias del ordenador estuvieran siempre correcta y completamente cubiertas... Entonces te pasabas mas tiempo mirando a la pantalla y peleandote con el raton que centrandote en el paciente. A veces el ordenador se colgaba y la tragedia no era que el enfermo te estuviera contando una historia realmente preocupante si no que la pantalla se habia apagado y aun quedaba media consulta por pasar... Lamentable.
(perdon por no poner tildes, hoy no funciona bien mi teclado... menos mal que nadie va a auditoriar esto, no?...)
Feliz año, Gonzalo!!!. Un abrazo.

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