jueves, marzo 31, 2011

Una buena compañía no es cuadrada, ni rectangular

Una de las tareas del neonatólogo es explorar a todos los recién nacidos. En general se les explora en las primeras veinticuatro horas y el día del alta. Ya en alguna ocasión he comentado que algo muy común es que la televisión esté encendida cuando paso visita. También he comentado que yo ya ni me inmuto. He aprendido a explorar a los recién nacidos con ruido de fondo, y no supone ningún problema; pero normalmente paso visita con una enfermera; y suele ser ella quien con una amabilidad que no deja de sorprenderme (todos los días todas las habitaciones tienen la televisión encendida cuando paso) le pide que quite el volumen o sencillamente que apague la tele.
Pues el otro día fue curioso oír dos respuestas similares de madres diferentes: "no, si la tengo por hacerme compañía". Pues que no se me ofendan esas madres, pero para hacerles compañía tienen a su hijo recién nacido. Y estoy seguro de que si se proponen apagar la tele, y contemplar a su hijo, van a tener una satisfacción inmensa, que tal vez nunca puedan volver a tener. Sé que suena un poco radical. Yo soy así. Siempre he sido partidario de que la televisión hay que ponerla para ver algo concreto, no para "que me haga compañía".
Hace tiempo leí de un bloguero (o bloguista, no lo tengo claro) al que le preguntaban cómo se apañaba para sacar tiempo para todo lo que hacía, su sencilla respuesta: no veo nada la tele.
Reconozco que a mí me pasa algo parecido (aunque no saque tantas actividades como el bloguero): no veo casi nada la tele. Esto me hace estar algo desconectado del mundo en el que vivo (la semana pasada supe quién era "Fresita") pero me da mucho tiempo para actividades útiles y otras "no tan útiles", como el poder contemplar a mis hijos, mientras duermen.

miércoles, marzo 23, 2011

Abortar fetos con malformaciones

Abortar siempre está mal. Pero no me parece que siempre esté igual de mal. Por ejemplo: no es lo mismo abortar porque espero una niña y yo quería un niño, que abortar porque mi niño viene con un síndrome de Edwards, y está abocado a la muerte en poco tiempo (a veces horas, a veces días, a veces meses).
Aunque no lo comparto siempre he entendido la postura en el caso "b".
El otro día participé como ponente y como oyente en las primeras jornadas científicas de Derecho a Vivir. Como ponente no dije nada interesante, pero como oyente no puedo dejar de compartir una exposición sobre el dolor fetal:
En neonatología cada vez se le da más importancia al dolor del recién nacido. Ya es habitual en todos los hospitales utilizar sacarosa antes de algunos procedimientos dolorosos, como la extracción de análisis de sangre, para paliar el dolor, ya que ha demostrado su eficacia. El dolor afecta también a los niños muy prematuros. Nos contaron de la existencia de células nociceptivas (receptoras del dolor) a partir de las 8 semanas de gestación, y de lo elaborado que están los sistemas de recepción del dolor a partir de las 18 semanas.
Entonces se planteaba que debería anestesiarse al feto que va a matarse dentro del útero materno. Y esto incluye a los fetos malformados, claro. Entiendo que la madre lo aborte, pero también veo lógico que la madre, ante el conocimiento del dolor de su hijo no nacido, tenga derecho a recibir una anestesia general en dosis suficientes para que su hijo no sufra en los últimos momentos de su vida.
Hace poco descubrí que en el BOE, en la orden SCO/3148/2006 del 20 de septiembre, se define la Pediatría como la medicina integral del período evolutivo de la existencia humana desde la concepción hasta el fin de la adolescencia. Es por eso que me siento llamado a hacer esta reflexión, ya que desde la concepción incluye a los fetos que por graves malformaciones pueden abortarse, según la ley actual, hasta un segundo antes de que vean la luz.
Y de repente vi que lo que antes entendía ahora necesitaba matices (lo entiendo siempre y cuando el feto no sufra dolor). Pero es que además, el otro día vi una película que me ha removido profundamente, y me hizo descubrir que hasta desde el punto de vista psicológico es probable que el poder tener tu hijo malformado sea menos dañino para la madre que lo contrario (animo a los psicólogos a realizar este estudio, que me parece interesantísimo).
Ya en alguna ocasión he leído el testimonio de la dolorosa pero a la vez feliz experiencia que ha sentido una madre cuando, en contra de todos los que le aconsejaban, a dado a luz a su hijo con malformaciones para dejar que se muriera en unas horas. En cambio nunca he leído un relato donde una madre se haya sentido feliz después de abortar a su hijo malformado. Y como una imagen vale más que mil palabras, y un vídeo más que unas quinientas (por ejemplo) os dejo un tráiler de la película.

jueves, marzo 17, 2011

Los residentes de ahora ya no son como los de antes

Si alguien piensa que es imposible alegrarse una guardia cualquiera a las tres de la mañana: está equivocado.
Hace unos días (tal vez debería escribir meses) estaba en una guardia cualquiera de un día cualquiera a las tres de la mañana revisando el correo (a la espera de algún resultado de alguna prueba, supongo) cuando leo un mail de que por fin nos habían concedido residentes de pediatría en nuestro hospital (debería escribirlo en singular).
Y reconozco que fue una tremenda alegría. Me gusta la docencia. Tengo muy reciente en el recuerdo –no tanto en el tiempo real- mis años de residencia. Son años en los que te comes el mundo, aprendes sin parar, te ilusionas y desilusionas varias veces. Y como muchos eché en falta algunas cosas. De ellas tal vez la más importante fue el refuerzo positivo. Se cuentan con los dedos de una mano (como mucho las dos) los momentos en los que escuché comentarios positivos sobre mi actividad en la residencia. Tal vez tampoco di yo pie a que pudieran decir mucho más, pero tampoco pasa nada por fingir un poco para animar a los demás.
Desde que estoy al otro lado (pues en la medicina está muy diferenciado el binomio adjunto-residente) he visto cómo los que nos hacemos adjuntos pasamos tan impunemente a este lado. Qué pronto olvidamos aquellos detalles que nos parecían injustos. Y un comentario que no paro de oír últimamente es ese de: “los residentes de ahora ya no son como los de antes”. A mí estas frases me repugnan. Lo siento. Será que tengo muy presente el recuerdo de los mayores despotricando de la juventud. Si fuera así supongo que quedará ya muy poco para que este mundo decrépito muera por ineptitud global mundial. Ya que si cada vez los jóvenes no son los de antes.
Sólo recuerdo que a Gila sí que le doy la razón. Él decía que los jóvenes de ahora no son cómo los de antes. Que él a los jóvenes de antes los ve ahora calvos, barrigudos, sin dientes…
Yo me niego a pensar que los residentes de ahora no son como los de antes. Como ocurre siempre: habrá de todo. ¿No hace falta acaso mayor nota ahora para entrar en Medicina que antes? Si yo me hubiera presentado a hacer Medicina ahora, no habría tenido nota suficiente, y probablemente estuviera escribiendo el blog del biólogo humanista, o algo así.
Hace no mucho supe cómo un jefe de servicio se quedaba escandalizado ante el embarazo de una residente. Como si hubiera cometido una especie de delito, o algo así. Ese jefe probablemente no sabe que ponerte en cuclillas, saltar como una rana o hacer una pirueta torpe puede hacer brotar una carcajada a tu hijo de ocho meses, y que probablemente (¡seguro!) esa satisfacción es mucho mayor que tener 100 publicaciones en The New England Journal of Medicine.
De todas formas no tardaré mucho (todavía algo más de un año, pero el tiempo corre que vuela) en conocer a nuestro residente. Y si alguna vez leéis una entrada lamentándome de los “residentes de ahora” no dudéis en bombardearme a comentarios obligándome a releer esta entrada y a rectificar.
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